sábado, 29 de septiembre de 2012

¿Tirio-troyanos en Murcia, en La Habana? (Castro desciende de Eneas y Dido)





Lo intuía, casi lo sabía: Fidel Castro desciende de Eneas y Dido. Ayer leí en “El País” la noticia que me permitió cerrar definitivamente el círculo sobre los orígenes de Castro. ¿Cómo no había sospechado antes la estrecha relación de Eneas y Dido con Murcia? Ya tenía situada la cuna del brutal dictador cubano en esta región de España, pero ¿cómo había llegado hasta allí su estirpe? y, sobre todo, ¿cuál era? Ah, los arqueólogos, qué gente tan útil. Viva la madre que los parió... Ayer terminé de saber que en La Bastida (Totana, Murcia) hay una suerte de “réplica” de la cuidad de Troya. Las ruinas de su fortaleza ya no dejan lugar a dudas: hablan de una ciudad de la Edad de Bronce, con más de 4.200 años de edad y con una ingeniería militar que emula a la troyana, nunca antes vista en tal época y tan occidental enclave. En menos de un minuto lo vi todo clarísimo. Creo que lo tengo. A ver qué les parece:

Eneas huye de Ilión rumbo a Hesperia, que, como sospechábamos, tiene su capital en Murcia. Todo parece indicar que el héroe va a Tracia, de ahí a Creta, luego bojea el Peloponeso hasta Epiro, cruza el mar jónico hasta el sur de Italia, lo rodea, llega a Sicilia y de allí a Cartago, donde supuestamente tiene su aventura con Dido antes de partir al Lacio. Hasta ahí todo parece claro, pero… Los romanos estuvieron siempre muy interesados en hacer girar la historia en su torno, y Virgilio tenía que dar a Octavio (Augusto) una buena dosis de divinidad sin mácula alguna. Así que el poeta, con toda intención obvió que Eneas “se benefició” a Dido precisamente en Murcia, en una gruta situada en las afueras de La Bastida. Sí, Dido, antes llamada Elisa, que procedente de Tiro había fundado Cartago para reinarla, veraneaba en Murcia, en el mismísimo Jardín de las Hespérides que, aunque confesos antimurcianos se empeñan en localizar en Andalucía, es obvio que estuvo en Murcia, porque Tartessos, señores, no fue ni gaditano, ni sevillano, sino murciano.

Cuando, a instancias de Júpiter, intervino Cupido para enredarlo todo, Dido, perdidamente enamorada de Eneas, con la excusa de participar en una cacería conjunta, decide viajar con éste al célebre jardín murciano para consumar su amor en el más sugerente entorno posible. Allí, en Murcia, lejos de Cartago, Eneas desvirgó a Dido, porque aunque la reina estaba estratégicamente casada, nunca había llevado tal negocio hasta su colmo carnal. Ya sabemos cómo acabó la relación Dido-Eneas, pero lo que nunca se dijo ni escribió es que Dido no se quitó la vida como quiso hacernos creer Virgilio. Aunque Eneas no lo supo, Dido le dio un hijo, murciano él, al que abandonó en su ciudad natal antes de regresar despechada a Cartago.

Sabemos también que años más tarde, Dido, temerosa de las posibles represalias que contra ella pudiera urdir su propio hijo, desde Cartago ordenó destruir toda la civilización tartesia, o sea, murciana. Pero además, ordenó que desapareciera cualquier indicio capaz de legar a la historia datos sobre este asunto, especialmente sobre aquel hijo fruto de una relación adúltera y fallida. Cuando cayó Murcia, La Bastida dejó de ser una floreciente villa fortificada al estilo de Troya, y el Jardín de las Hespérides degeneró en el agreste ascendente de la actual huerta murciana…

En fin, pude averiguar que, destruida La Bastida, el hijo de Dido y Eneas, que pudo salvarse apadrinado por un caballero de origen catalán, se educó en el seno de una familia de Cartago Nova ya entonces apellidada Castrum (campamento fortificado) tomando su patronímico para no llamar la atención. Los orígenes de esta familia son desconocidos, pero su descendencia, sobre todo a partir del célebre vástago tirio-troyano, es muy relevante. Al parecer, el apellido se mantuvo vivo en la Iberia prerromana, y también en la Hispania romana, en la visigoda, en Al-Ándalus… Estuvo vinculado después a la rama aragonesa de la secta cátara, aunque a su linaje pertenece, incluso, un meapilas como Jaime I el conquistador que, aunque se pretenda negar, también fue murciano (¿de Montpellier?, sí, menudos acaparadores son los franceses). Jaime I, aunque sólo de soslayo, recuperó nominalmente su abolengo divino (recordemos que Eneas era hijo de Venus) y lo proyectó, ya romanceado, en el apellido de su hijo bastardo, Fernando Sanchís de Castro. (Otros Castro aparecieron en Burgos, Castilla, pero esos nada tienen que ver en esta historia, que en origen es mediterránea, sobre todo murciana, valenciana, balear, catalana, y, como mucho, aragonesa).

La rama mediterránea del apellido Castro, del original Castrum, a la que pertenecía por vía adoptiva el hijo de Eneas con Dido, encepó en Murcia, y se extendió en esta región hasta el medioevo y el renacimiento. Aún estaba muy viva, cuando en el siglo XVIII Carlos III dijo aquello de: “ni gitanos, ni murcianos, ni gente de mal vivir quiero en mis ejércitos”. Claro, entonces todavía España era un imperio a tener en cuenta, y los Castro de ascendencia tirio-troyana, que se sintieron relegados en Murcia, decidieron dejar de ser murcianos para convertirse en gallegos.

A Galicia llegaron y se hicieron confundir con los Castro de origen burgalés que allí vivían, pero siempre guardando celosamente las claves de su origen semidivino, y transmitiéndolas en secreto a sus descendientes. De esos Castro, los tirio-troyanos devenidos galaicos postizos, sin dudas desciende el padre del Castro caribeño. Esto se lo dijo Fraga al dictador cubano en un raro aquelarre gallego que idearon y compartieron nada más conocerse. Lo puedo confirmar porque me lo contó la entonces secretaria de Fraga, a la que tuve que explicar en una ocasión qué quiere decir eso de “comen lo que pica el pollo”, pues al parecer con esta frase el Castro caribeño, ultranacionalista él, se refería a todos los gallegos apellidados Castro por la línea burgalesa. Sí, de Troya y Tiro a Cartago, de Cartago a Murcia, de Murcia a Galicia, de Galicia a Holguín…

En el oriente de la isla de Cuba, también tuvo Ángel Castro un hijo bastardo: Fidel, al que bautizó ya mayor, pero desde muy pequeño contó en gallego, y en un castellano muy rudimentario, todos los detalles de este relato. El Castro caribeño, fidelis a su estirpe, claro, heredó lo peor de sus antepasados, pero además, lo pulió estudiando con los jesuitas. De Eneas le viene la habilidad para mentir en pos de su meta. De Dido le vienen su carácter histérico y el gusto por las grutas que avivan las más oscuras pasiones. No se sabe a ciencia cierta de dónde le viene su impulso asesino, pero cuentan que Pigmalión, el hermano de Dido, era capaz de asesinar incluso a sus familiares más próximos…

Emulando el periplo de sus regios ancestros, con una fijación insana por todo lo occidental, el Castro caribeño, tristemente deslocalizado, periférico, decidió moverse desde Holguín a La Habana para hacer valer en su nuevo y escorado Egeo lo peor de su casa. Allí proclamó (cómo se le ve el plumero) su célebre y pomposa frase: “la historia me absolverá”. Y así estamos. Lo demás es de todos conocido, pero comenzó, como podrán leer ahora, en los hechos que recoge este extracto del primer libro de la Eneida que les copio abajo. Si, queridos lectores, Castro desciende de Eneas y Dido, aunque haya acabado zambullido en un apartado reducto de la historia. Ay, la mentira nunca tiene un final feliz…  


Cupido se presente y encienda con sus regalos
la pasión de la reina, y meta el fuego en sus huesos.                                   
Y es que teme a una casa ambigua y a los tirios de dos lenguas;
la abrasa feroz Juno y aumenta por la noche su cuidado.
Así que con estas palabras se dirige al alígero Amor:
«Hijo mío, mi fuerza, mi gran poder, el único
que despreciar puede los dardos tifeos de tu excelso padre,                                  
en ti me refugio y suplicante tu ayuda reclamo.
Que tu hermano Eneas anda en el mar sacudido
por todas las costas a causa del odio de la acerba Juno,
lo sabes muy bien y a menudo de nuestro dolor te doliste.
Ahora lo retiene la fenicia Dido y lo entretiene con blandas                                  
palabras, y me temo a dónde puede conducirle
la hospitalidad de Juno: no dejará pasar ocasión como ésta.
Por eso estoy planeando conquistar antes a la reina con engaños
y ceñirla de fuego, para que no cambie por algún otro dios
y conmigo se vea atada con un gran amor a Eneas.                                    
Escucha ahora mi plan para que puedas lograrlo.
Por orden de su querido padre se dispone a acudir a la ciudad
sidonia el niño real, el objeto mayor de mis cuitas,
llevando consigo los presentes rescatados al mar y a las llamas de Troya;
voy a ocultarlo, profundamente dormido, en las cumbres                          
de Citera o en la sagrada morada de la Idalia,
para que enterarse no pueda de mis engaños o interponerse.
Tú, por no más de una noche, toma su aspecto
con engaño, y, niño, como eres, viste los conocidos rasgos del niño
de modo que, cuando te tome en su regazo felicísima Dido                                  
entre las mesas reales y el licor lieo,
cuando te dé sus abrazos y te llene de dulces besos,
le insufles sin que lo advierta tu fuego y la engañes con tu droga.»
     



Si quieren comprobar la veracidad de la noticia que me hizo comprender todo este asunto, aquí tienen el enlace:

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/09/27/actualidad/1348779950_910952.html

2 comentarios:

  1. Amigo mío:
    Llevo varios días muerto de la risa. Me he leído este texto varias veces... y cada vez que me pasa por la cabeza suelto una carcajada. Ahora... me has metido en un lío: en lo adelante no sabré dónde empieza la verdad y dónde termina la invención. Esto no es cosa que me disguste sino todo lo contrario. Y así está escrita la Historia de los hombres... toda ella.
    Encima, la de la vida del dictador está llena de omisiones y mentiras. Esto que has "descubierto" bien podría darse ya por cierto.
    Ya me has aclarado un poco qué detalles son verídicos y cuáles no, lo cual para un dramaturgo resulta apasionante; pero es mejor ni saberlo... porque así nos embaucas y haces creer que los orígenes de nuestra desgracia nacional están tan cuajados de falsedad.
    Gracias por hacerme reir tanto en estos días... y por tomarme el pelo con tanta gracia.
    Un fuerte abrazo.
    Luis Enrique

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  2. Qué listo eres, hermano. Así da gusto. Muchas gracias a ti. Por ser leído de esa manera vale la pena escribir. El abrazo de siempre. Jorge

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