viernes, 10 de enero de 2014

Poema cojo






Este año mi vuelta al blog fue atípica, urgida por el descubrimiento de una gran compositora e intérprete del violonchelo: Georgina Sánchez. Hoy retomo la "normalidad" y comparto un poema trabajado durante mi "retiro". Se trata de la última versión de "Poema cojo", inserto en "Poética de la libertad", poemario que estuve manoseando una vez más. ¿Por qué este poema? No lo sé bien, créanme, pero lo decidí al ver en un periódico la imagen de un viejo dictador ("el mío") encorvado y baboso. Si tiene sentido o no, a ustedes encomiendo decidirlo.


Poema cojo
(preguntas, pocas y fáciles, para Benedetti)


Supongo, Mario, que podemos tutearnos.
Soy aquel joven que leyó tus poemas en la escuela,
––no en todas estuviste prohibido––
que te oyó hecho canción en los conciertos,
que siguió tus cuentos en la tele...
Quise preguntarte antes, pero ya sabes,
las preguntas no siempre eclosionan al punto.
En cualquier caso, especialmente para nosotros,
vida y muerte son orillas parecidas.
Estamos al mismo lado de un Aqueronte tibio,
dispuestos, como Orfeo, a confundir al barquero.
Tu obra responderá, seguro.
La muerte en poesía es redundante…

En ese próspero negocio de la lírica fácil,
directa, comprometida, social…¿el mal es asimétrico?
Dime, ¿la imagen padece tortícolis?
El color de los ojos o el prepucio ¿desgravan en el crimen?
Dos más dos, Mario, en esa catequesis poética,
¿suman según sean los sumandos
linces o anacondas?
¿No calzan todos los asesinos, ah, zurdo vate,
en los inventarios…? Y

––perdona que ahora me oscurezca un poco,
ando sobrado de dudas, de consignas y sentencias, corto––
¿qué rodilla rompen quienes huyen en Lepanto?
                                                                                    Y la muleta,
¿a qué lado, si el maléfico arreando?

 


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