sábado, 1 de febrero de 2014

La diferencia es lo inefable… Absurdo duelo entre poesía y prosa.




En los departamentos de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada los géneros literarios siempre han sido motivo de disputa. Ahora bien, nunca nadie había llegado tan lejos como un exprofesor de los Urales (Rusia) que ha sido detenido por matar a un compañero que defendía la narrativa por encima de todos los demás géneros literarios. 

Según ha informado la agencia de noticias Rianovosti, el suceso se produjo la pasada semana. Los dos hombres discutían ebrios sobre qué era más importante: si la lírica o la prosa. La víctima de 67 años y miembro del Comité de Investigación de la Región de Sverdlovsk defendía a capa y espada que solo a la narrativa se le podía considerar «verdadera literatura». Se cargaba con este razonamiento de un plumazo toda la lírica y la dramaturgia, algo que su compañero de debate no soportó. La discusión se caldeó y llegó a las manos con el trágico desenlace ya conocido: el partidario de la poesía mató al defensor de la prosa. El presunto homicida ha sido arrestado y ahora se enfrenta a quince años de prisión…

Hace algunos días leí esta noticia en la prensa. El suceso me inquietó en varios sentidos: la causa, su efecto y las circunstancias en que ocurren ambos… ¿Un duelo trágico entre dos borrachos? ¿Dos víctimas de pasiones románticas, agónicas, cuyo encontronazo tiene el final más “honorable” posible: el uno a la tumba y el otro a la cárcel? ¿Un incidente sin relevancia, más allá del daño concreto ocasionado a los implicados y sus allegados, y que, sin embargo, sabemos en todo el mundo “gracias” a la prensa amarilla? Pero ¿en Rusia todavía matan y mueren por estas cosas…?  La noticia acaba apuntando: Esta no es la primera vez que un debate intelectual termina manchado por un reguero de sangre en Rusia. En septiembre de 2013, un hombre disparó a sus compañeros de tertulia en una cervecería de la ciudad en Rostov por su desacuerdo en la interpretación que hacían del legado filosófico de Immanuel Kant. Madre mía, qué cuidado han de tener allí quienes todavía creen ciegamente en tales asuntos... Sí, algo positivo tal vez haya en todo esto: donde se quita y se pierde la vida en semejantes disputas, el escepticismo aún no hizo su agosto. ¿O se trata de un romanticismo estéril, sin más, agravado por el consumo desmedido de alcohol?

Los rusos son apasionados y románticos. Fueron (¿todavía son?) grandes duelistas entre los siglos XVII y XIX. Algunos de los más grandes poetas rusos de todos los tiempos participaron con desigual suerte en numerosos duelos. Pushkin y Lérmontov murieron batiéndose por razones de honor, Griboyédov perdió una mano en similar trance, Gumiliov y Voloshin también tenían fama de “echados para alante”, debieron participar en varios duelos. Pero ¿en pleno siglo XXI, una disputa intelectual puede llevarse a estos extremos?

Bueno, hasta hace “dos días” en el mundo hispano eran frecuentes los “lances entre caballeros”. Tal vez no debía resultarnos tan raro lo acontecido en Rusia. En 1952, hace sólo 62 años, Salvador Allende, senador y futuro presidente de Chile, sostuvo un duelo a pistolas con el también senador chileno Raúl Rettig. Vale, dispararon al aire, pero lo hicieron. En España, hasta bien entrado el siglo XX, los duelos eran cosa normalísima. En duelos de honor se batieron, por sólo citar algunos ejemplos significativos, Vicente Blasco Ibáñez, por asuntos políticos, y Valle Inclán, por discrepancias en tertulias literarias. En Cuba, hasta los años ’40 del siglo pasado, los eventos de este tipo también eran comunes. Ramón Grau San Martín, ya presidente de la República, retó a duelo al periodista y director de la célebre revista “Bohemia”: Miguel Ángel Quevedo. Si lo hacía el primer mandatario… Todavía en épocas muy recientes, el hispano, como el ruso, apasionado y romántico, quijotesco para empeorar las cosas, era capaz de matar y morir “con honor” a causa de mal llevadas diferencias artísticas o intelectuales.

A comienzos del siglo pasado (1916) en La Habana ocurrió un suceso de este tipo realmente trágico. El escultor italiano Doménico Boni, que unos años antes había ganado el concurso internacional para levantar un conjunto escultórico alegórico la figura del general mambí Antonio Maceo en un relevante enclave de la ciudad, murió en duelo con un periodista habanero por no saber encajar sus malintencionadas críticas. Del hecho escuché varias versiones, pero la más creíble es ésta: Boni, que, aunque italiano, a la sazón vivía en Madrid, entonces uno de los principales centros del arte escultórico europeo, se presentó al referido concurso en 1911 y lo ganó. El fallo del jurado fue muy contestado, porque participaron figuras de alto relieve internacional, y Boni era un desconocido; estuvo a punto de ser revocado, pero finalmente el joven escultor recibió el encargo. La importante obra se ejecutó en España, y en 1916, ya concluida, se trasladó a La Habana para su implantación definitiva. Con ella viajó Boni, como es lógico, para dirigir su fase final y participar en la inauguración.

Al parecer, antes de ser definitivamente montada la estatua ecuestre que corona el conjunto, un periodista habanero (no sé su nombre, ¿acaso sería el famoso Antonio Iraizoz, renombrado y exitoso duelista patrio?) publicó una crítica mordaz sobre la obra que, entre otras cosas, ponía en duda hasta su mera viabilidad estática. Ciertamente la escultura, con el caballo rampante apoyado sólo en sus cascos traseros, era (es) atrevida, y el poco entendido periodista, según cuentan, la atacó sin miramientos. Pues bien, Boni, convencido de que su obra era viable, pidió explicaciones al periodista y le exigió que se retractara. Pero éste se negó, y no satisfecho con ello, provocó a Boni hasta que el escultor se vio forzado a proponer un duelo. Entonces los periodistas, obligados por su “peligroso” oficio, eran todos expertos en esgrima y armas de fuego, estaban muy acostumbrados a estos lances. Boni, tal vez no había empuñado nunca antes un arma, y únicamente contaba con su orgullo, con la fe que el artista suele tener en su obra. Por defenderla se batió en duelo y murió. Estaba condenado. Sin embargo, el conjuto escultórico fue inaugurado según lo previsto, y la estatua no sólo se sostuvo sobre sus escasos puntos de apoyo, sino que allí se mantiene, frente a ciclones de todo tipo, desde entonces y hasta ahora en perfecto estado de equilibrio estático, de gracia aérea… Las convicciones y el honor mal entendidos han matado siempre, a veces a los mejores, los menos prescindibles. En esta historia murió el poeta a manos del prosista.

Mas regresemos a la noticia que nos ocupa. Aun extrañado por el desenlace de la disputa entre los profesores rusos, especialmente por el cariz romántico que subyace en él (sí, lo confieso, feliz porque haya gente que crea en lo que creo, pero en la misma medida que sobrecogido por su trasnochada y mal encauzada gallardía) no pude evitar tomar partido en el debate, y claro, sentí especialmente que fuera el defensor de la poesía el asesino. Es cierto que debe resultar difícil escuchar a un colega, profesor universitario para mayor culpa, decir semejantes tonterías, pero, si alguien debe estar seguro en un debate de este tipo, es quien está del lado de la poesía, en cuyo nombre, es obvio, no se ha de morir a estas alturas, pero mucho menos se ha de matar…

Algo no me cuadra aquí, o estaba muy borracho el homicida, o de poesía entiende muy poco y por ello se sintió inseguro. Porque la reacción normal de un conocedor de la materia que escuche a otro decir, por ejemplo: solo a la narrativa se le puede considerar verdadera literatura, es evitar cualquier posibilidad de discusión con él. Tal afirmación descalifica automáticamente a quien la hace. Resulta absurdo debatir sobre esto partiendo de tal necedad en la contraparte. En su “Dialéctica erística” (capítulo final "Sobre la controversia") Schopenhauer cita a Goethe: Nunca, incauto, te dejes arrastrar/ a discusiones;/ que el sabio que discute con ignaros/ expónese a perder también su norte. También en la "Estratagema final" cita a Aristóteles: no discutir con el primero que salga al paso, sino sólo con aquéllos a quienes conocemos y de los cuales sabemos que poseen la inteligencia suficiente como para no comportarse absurdamente, y que se avergonzarían si así lo hiciesen… Entonces, ¿cómo un verdadero amante y conocedor de la poesía puede matar a un idiota porque haga gala de su condición y diga tales disparates? ¿Y esto entre profesores universitarios? Bueno, en el librito citado, Schopenhauer, que es muy radical, también dice: …el que enseña una materia raramente la conoce en profundidad, pues, precisamente, a aquél que la estudia con amplitud le sobra poco tiempo para la enseñanza.  

En fin, el incidente es infeliz y raro por varias vías: la incompetencia de los actores, su carácter romántico y pendenciero, el consumo de alcohol que lo agrava... Fuera incluso cómico si no hubiera acabado tan mal. Es una lástima, porque alguien capaz de matar o morir por la literatura debe estar realmente interesado en ella… Con lo fácil que habría sido evitar el trágico desenlace. El principal culpable es el defensor de la poesía, está claro, y no sólo por asesino. Debió retirarse del debate ante la primera aseveración estúpida de su colega. La poesía no necesita defensa alguna ante tales desvaríos. La poesía señorea en la imaginación y la inteligencia desde que éstas enfilaron hacia el hombre, está en la base misma de su consecución. Quien se vea empujado a defenderla ante ataques tan básicos, mal anda… Acabo. Y mal haría yo también si lo hiciera desgranando ejemplos que validen lo que he dicho. Insisto, no hace falta, sería un esfuerzo ocioso, sobre todo teniendo en cuenta el tipo de lector que me supongo. Pero quisiera terminar con un pequeño fragmento de una entrevista que leí hace poco, hecha por una poeta a una narradora. Clara Janés (poeta) conversa con Rosa Chacel (narradora):

CLARA: ¿En qué se diferencia la poesía de la prosa?

ROSA:    La prosa es una información de la realidad, hay un procurar simplemente,    
                aunque detesto la idea de relato (y la de observación no digamos, eso para mí
                es intolerable); la prosa es un esfuerzo por conseguir la presencia de la  
                realidad.  

CLARA: ¿La poesía entonces no tiene que ver con la presencia de la realidad?

ROSA:    Sí, también, pero de la realidad poética. La diferencia es muy grande, la
                poesía es lo inefable. ¿Cómo puede alguien pretender definirlo?, sería
                absurdo, la diferencia es lo inefable, únicamente.

CLARA: ¿Es por ello un riesgo mayor escribir poesía?

ROSA:     Sí, claro, un riesgo mucho mayor, por supuesto. La prosa es mucho más fácil,
                 qué duda cabe. Lo difícil es meter algo de poesía, toda la más posible, en la
                 prosa, y esto no se consigue siempre, esa es una de las ambiciones. 




5 comentarios:

  1. De Juan de Mairena:
    - Por favor, traduzca a lenguaje poético: "Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa".
    - "Lo que pasa en la calle".
    - Tiene Ud. la máxima calificación!

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  2. Jorge: Tendría razón Platon cuando propuso no tener poetas en su "República"? Este profesor partidario de la poesía, enardecido por el alcohol, le quito la vida al escritor en su propia casa... Y he leído en la prensa rusa que todo esto ocurrió bajo un retrato de Esenin que el escritor tenia en su apartamento.

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  3. Querido amigo, qué gran ventaja poder leer el ruso. Te envidio mucho, créeme… Bueno, el lugar donde haya ocurrido el hecho y la foto de Esenin, en mi opinión, son anécdotas. No lo son el alcohol en exceso, el radicalismo y el acusado romanticismo, que son muy peligrosos en los debates de cualquier tipo. Realmente me sorprendió que entre profesores universitarios rusos pudieran ocurrir todavía estas cosas. Es loable que crean en la literatura, que la defiendan, pero de ahí a matarse por ella…

    Aprecio mucho a Machado como poeta, y reconozco que, aunque es un poeta totalmente decimonónico, tenía por delante el desbroce de la lírica castellana, muy anclada entonces en el modernismo, en aras de nuevas formas de cara a su tiempo histórico. Machado es una voz del XIX, el siglo del hombre-masa de Ortega. Esa idea de Mairena es totalmente comprensible desde la óptica explicada, pero sólo desde ella, porque ni la frase de partida, ni su traducción tienen poesía alguna. Cero.

    Platón era un gran poeta, como Sócrates era el mejor de los sofistas aunque despotricara de ellos. Platón buscaba constantemente la razón, y casi siempre desembarcaba en la razón poética; cuando se veía abocado a lo inefable, lo inasible, iba al pensamiento mitológico a recargarse de sentido y se quedaba tan ancho... Cierto que no quería poetas en su República, porque estaba inmerso en una gran operación ética que precisaba la consecución a toda costa de la "Verdad", y la verdad poética, la única con pedigrí suficiente, le molestaba en esa tarea; pero no se debe leer a Platón como se lee a Aristóteles. Yo al menos siempre lo leí como un poeta. Sócrates buscaba una verdad sin sentido, negativa, porque no servía para nada, desde una ironía nada constructiva. Platón buscaba la "Verdad" útil, que guiara y validara la vida en la Polis. Aristóteles buscaba el camino para poder llegar a esa verdad platónica con garantías. Los tres forman parte de la misma construcción ética que demolió el pensamiento mitológico y relativista, para consolidar el abstracto y absolutista, y que tan bien lo preparó todo para la llegada a Occidente del monoteísmo… Sócrates: un sofista cargado de ironía. Platón: un poeta “renegado”. Aristóteles: un científico infantilón. Los tres grandes genios que todavía nos tienen “cogidos por los huevos”. Pero entre ellos, es precisamente Platón el menos purista a la hora de ponderar ente mitos y logos…

    Gracias por comentar y un gran abrazo. Aquí te dejo un poema que escribí hace unos años:


    Dos y uno
    (Platón y Aristóteles)


    (Atenas, siglo cuarto antes de Cristo.
    Entre la Academia y el Liceo cabe el universo.
    Dos hombres lo leen, lo miden, lo pesan para nosotros.
    Nada será lo mismo tras su implacable afán.
    Un nuevo edifico ético aguarda su replanteo.
    El numen encoge para que esponje el concepto.
    El pensamiento se abstrae para encarar a su tiempo...)

    Mientras en el Ida se presienten ya
    los rigores de un Zeus iraní,
    un poeta y un científico ensillan a Bucéfalo.
    No son amigos, no, son más que eso;
    son dos y uno: atributo y devenir,
    razón del mito y mito de la razón,
    óptima dualidad para el fatal arquitecto.

    Detonan el Areópago entre ambos,
    y desde el vientre de Olimpia un Alejandro nonato
    hacia un Dios creador, compasivo y protector
    ya nos obliga.

    Ah, Jesús-hijo de Dios, poema alejandrino,
    te intuyeron dos griegos a una vez
    en un montículo de piedra detonada
    a partir de la peña más pulida.
    Te escribió el macedonio con su bata persa
    en su ecléctica jerga futurible
    aprendida del viejo Zoroastro;
    pero la pluma era un fósil de Pegaso,
    y la tinta… no de Roma, Pérgamo, Palmira,
    Persépolis, Jerusalén o Asiría.
    La tinta ––tu occidental soporte––
    era pelasga y aquea sobre todo,
    era tinta de Atenas y Estagira.

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  4. En relación con la pelea de los rusos, me he encontrado por azar una cita de Will Durand que parece sacada de la hipotética discusión entre los dos rusos: "Porque sólo un poeta puede escribir buena prosa". En el libro en que la leí estaba fuera de contexto, pero gracias a Google Books veo que es de su obra más conocida, La Historia de la Civilización, y sobre un autor renacentista poco conocido fuera del mundo inglés, Edmund Spenser (algo así como Garcilaso para un escocés, aunque creo que Borges lo admiraba bastante).
    En cuanto a Machado, decimonónico o no, yo, que nunca he estado en Castilla, me la imagino como la entresoñé leyendo sus versos... Es más de lo que puedo decir de muchos otros escritores.

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  5. Totalmente de acuerdo, amigo: sólo un poeta puede escribir buena prosa. En esa dirección va el extracto de la conversación entre Rosa Chacel y Clara Janés que incluí al final de mi nota. Es radical, pero es así, siempre que hablemos de creación literaria, claro, no de ensayo u otro tipo de género no creativo. Aunque la poesía hace bien donde quiera que esté si bien llevada... Machado es un gran poeta, qué duda cabe. "Campos de Castilla" es un buen libro, por supuesto. En mi opinión, su voz es del XIX, pero eso no es malo, para nada. Lo apuntaba porque es en ese siglo cuando la lírica en castellano, siguiendo los procesos sociales de que participaba, comienza a "democratizarse". Aquella idea de Mairena iba en esa dirección. Fue un intento loable que buenos poetas como Machado defendieron con dignidad, pero a la postre, y también en mi opinión, ha hecho y está haciendo mucho daño a nuestra lírica, la escrita en castellano, quiero decir. Es muy importante que sepamos que en el supuesto verso “Lo que pasa en la calle”, así, sin más, no hay poesía ninguna, diga lo contrario quien lo diga. Yo aprecio la buena poesía donde quiera que esté, pero ante estas cosas, que me importan mucho, si planteadas como dilemas, (cosa que me parece absurdo, por otra parte) me radicalizo. Entonces estoy con Juan Ramón, que en la misma época en que Mairena lanzaba aquella idea, solicitado por un editor para armar una antología de su obra con poemas que pudiera entender la mayoría, no sólo hizo caso omiso de ello, sino que la dedicó de la siguiente manera: “A la inmensa minoría, siempre”. La poesía no puede suicidarse para que todos aplaudan sus despojos. Todos debíamos humanizarnos hasta necesitarla.

    Amigo, me complace mucho que me leas y que apuntes cosas sobre mis textos. Por ti me siento especialmente acompañado. Eres un buen arquitecto, que, precisamente por ello, no te limitas a los intereses que aparecen ante todos como estrictamente disciplinares. Eres arquitecto, sí, y cómo no un buen lector, un hombre inquieto, curioso, sensible... capaz de disfrutar plenamente las demás artes visuales, la música, la literatura, el cine… pero también la filosofía y la historia. Créeme, es para mí un placentero motivo de orgullo, que un gran amigo arquitecto como tú, no quepa en los ridículos y escuetos moldes a los que nuestra profesión, muy mal entendida, es obvio, muchas veces pretende ceñirnos. Se pudiera pensar que es una estupidez valorar algo tan obvio. Y lo fuera, ni no fuera tan obvio también que resulta cada vez más necesario. Insisto, me siento muy bien acompañado por ti. Muchas gracias. Te abrazo.

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