miércoles, 14 de septiembre de 2016

EUROCENTRISMO Y CHAMANISMO ALTERNATIVO







I

Amigo, hoy comencé a leer tu libro. Voy por la página ciento cincuenta, pero quiero ir intercambiando contigo ideas generales poco a poco, porque se trata de un trabajo muy extenso. Creo que has hecho un esfuerzo tremendo, muy meritorio. Tu crítica al eurocentrismo, perfectamente sustentada y razonada, resulta fácil de aprobar. Claro, yo, aun aprobándola en lo más obvio, me sitúo en sus antípodas, porque no puedo evitar ser quien soy: un hombre “suroccidental”; para más señas, hispano, con todo lo que eso acarrea. Nací en La Habana, Cuba, o sea, en un medio cultural hispano-persistente, sesenta y cuatro años después de que la isla se escindiera (sólo administrativa y políticamente) de su tronco cultural. Lo que esto implica es muy largo de explicar en su complejidad por esta vía. Ya lo hablaremos con calma. Comienzo por aquí, sin embargo, para señalarte mi primer pero a tu discurso:

Hablas de América Latina como de una realidad socio-cultural unitaria y coherente. Y esto, amigo, es una quimera: pura sustancia poética, pero sujeta a un formalismo pueril. América Latina es una convención geográfica, y, si me apuras, social, y, si me apuras todavía más, histórica, (esto, con muchas dudas) pero en ningún caso constituye un cuerpo cultural único. Hablar de fórmulas de pensamiento, o de fórmulas sociopolíticas válidas para un continente tan diverso, es muy arriesgado. Porque, por ejemplo, Cuba, aun estando en el Caribe, es más europea que Bulgaria… Un habanero no tiene nada que ver, culturalmente hablando, pero nada, con un aimara.

Cuando el homínido africano tomó los tres caminos de su primer gran éxodo, que al parecer fueron: el que lo llevó a la península ibérica, el que lo llevó a la península arábiga, y el que lo llevó a Asia, se decidieron las enormes diferencias que, afortunadamente para la humanidad  toda, (viva la diversidad) persisten entre el aimara y el habanero.

El habanero pasó por la península arábiga, se bañó en el Tigris, en el Éufrates, bajó de nuevo a bañarse en el Nilo... Luego nadó en el Egeo, el Jónico, el Adriático. Renació, como Jesús, del esperma de Alejandro, ese “eurocéntrico” (¿renegado?) que unió a Oriente con Occidente en el mayor y más determinante experimento cultural que ha vivido la humanidad hasta ahora. Helenizado, (que no puro griego) el habanero llegó a Roma, donde intimó con latinos, y de nuevo con etruscos, fenicios... Desde Roma inició un paseo por Europa hasta llegar a Hispania, donde se mezcló con los aborígenes, los celtas, y luego con otras tribus norteñas. Más tarde se mezcló con los centroeuropeos que había conocido siglos antes, y después con los bereberes… Y de nuevo con persas, babilonios, asirios, fenicios, (entonces ya musulmanes muchos de ellos) para finalmente bañarse en el Atlántico y llegar al Caribe con vistas a un penúltimo chapuzón. Allí dio la espalda a los primos del aimara “a favor” del subsahariano, con quien lleva compartiendo avatares hace ya varios siglos.

El aimara, querido amigo, tomó la ruta de Manchuria, llegó a Oceanía, atravesó el Pacífico y “aterrizó” en Bolivia sin haber experimentado aquellas otras aventuras. Luego tuvo que ceder identidad al habanero (protohabanero o español, me da lo mismo); incluso fornicó con él, pero nunca el aimara y el habanero se besaron, porque su beso hubiera tenido que ocurrir en la historia, impulsado por afinidades muy distintas a las culturales, que son las que de verdad importan, importaron.

A la hora del beso posible, el habanero tenía más de tres mil años de historia, y el aimara recién entraba en ella. Entonces, ¿cómo podemos idear un sistema que se oponga al habanero eurocentrista, o al rioplatense, (que participa de un relato muy parecido) y pondere al aimara, pensando que va a ser válido para todos los latinoamericanos? Aceptemos aquí lo de latinos, para no liarnos demasiado. Qué complejas son estas cosas…

Claro, el aimara y el habanero tuvieron su común y germinal chamanismo en el Congo. Luego el primero siguió con sus chamanes en Manchuria, en Oceanía, en el Titicaca. Aún hoy retiene ese impulso espiritual, si me permites, a-histórico, muy alejado del devenir que supone la inmersión plena en la historia. El habanero, por su parte, practicó el chamanismo en Arcadia mientras vivió en un universo titánico, prehistórico; incluso siguió practicándolo cuando desembarcó en un universo divino, (fue pánico antes que apolíneo, recuerda) pero enfiló hacia Dios en Atenas, le dio forma oriental de manos de Alejandro, y nunca más supo de chamanes hasta que se unió con el subsahariano en su isla caribeña.

Amigo, hablar de América Latina como un ente uniforme es peligroso. El habanero y el aimara se “hermanaron” en la historia por obra y gracia de la geopolítica y del “humanismo eurocéntrico”. Yo no creo en el fin de la historia (considero a Fukuyama un iluso, por usar un adjetivo cortés). Tampoco creo en la muerte de Dios, aunque admiro muchísimo a Nietzsche. Si se re-estructurara una forma de conocer chamánica en América Latina, tal vez (tal vez, porque hay procesos que son irreversibles) el aimara resultara aliviado, otra vez formalmente al margen del devenir histórico; pero el habanero… ay, amigo, dejaría de serlo, porque ser habanero (o rioplatense, insisto) es devenir en la historia, dar particular forma a una sustancia que sólo es si en su curso.

Por otro lado, detecto conceptos de difícil maridaje que coquetean entre sí en algunos pasajes de tu libro. Por ejemplo: la utopía, histórica por naturaleza, ¿es posible en una sociedad animista, prehistórica también por naturaleza? Un universo titánico o animista, donde el tiempo ocurre en círculos cerrados, donde no existe el devenir histórico, ¿puede gestar y/o arropar utopías? La utopía precisa de un tiempo desliado, asimétrico, en el que se deviene necesariamente, sea la “imagen móvil de la eternidad” que refería el Plotino más platónico, o el escenario para el acontecer histórico marxista. No creo que en el animismo pueda existir la utopía. En mi modesta opinión, el chamanismo y la utopía se excluyen mutuamente.

Pienso, al menos con lo visto hasta ahora, que tu trabajo cae más a la sociología y a la socio-política que a la filosofía. Estoy ansioso porque empiece a operar tu brujo-filósofo a ver qué pasa. Seguiré leyendo…


II

Bueno, amigo, ya terminé la primera parte. Su último tramo me interesó aún más que el primero. Magnífico trabajo. ¡Enhorabuena! Claro, sin cuestionar el mérito del mismo, debo hacer algunos apuntes, más que nada, para exponer algunas dudas con relación a su contenido.

Me interesa mucho el tema sujeto-objeto. Si convenimos en que, desde el punto de vista gnoseológico clásico, el sujeto es el cognoscente y el objeto el conocido, o sea, que el sujeto puede conocer al objeto, pero no al revés, ¿será capaz el hombre, conciente y curioso desde la cuna, de detenerse y contenerse en un estadio donde sujeto-cognoscente y objeto-conocido se relacionen de igual a igual? Tal vez, pero para un hombre histórico, postNarciso, “divino” y homérico, que ya no vive en un estado natural, sino civil, ético y estético, esto sólo es posible desde convenios racionales, (existencialismo heideggeriano, por ejemplo) mientras que para un animista prehistórico pudiera ocurrir de forma natural. El hombre que no deviene en un tiempo histórico, no tendrá problemas para ser en un ámbito “romo”, donde los objetos se animan hasta convertirse en sujetos, y los sujetos se aquietan hasta convertirse en objetos. Porque todo indica, amigo, que un mundo de sujetos tiene que ser también, por fuerza y en alguna medida, un mundo de objetos, o de seudo-sujetos no plenamente concientes de su diferenciada subjetividad. ¿O es que podemos los sujetos de toda la vida, igualarnos a los objetos de toda la vida, sólo por arriba, sin el peligro de hacerlo también por abajo?

Esto de la nueva osmosis sujeto-objeto para el hombre histórico, que ya superó esa fase, y que busca afanosamente el conocimiento de sí mismo y de su perimundo, es un imposible, digo, si no se conviene desde una razón ética tendente al existencialismo, al nihilismo. ¿Tiene sentido convenirlo así? Ah…

Ahí te dejo otras preguntas:

-       ¿En qué se diferencian las expansiones imperiales inca, azteca y maya, de las que relacionas en la página (…) y vinculas al etno-eurocentrismo?

-       ¿Crees que realmente podemos hablar de raíz cristiana occidental? ¿Puede el cristianismo, que nace como una solución más o menos viable al choque brutal entre Occidente y Oriente propiciado por la helenización alejandrina, y que resuelve a favor de Oriente (monoteísmo) ese choque, ser considerado como de pura raigambre occidental? Fueron Alejandría y Pérgamo, y aún la ecléctica Roma, ciudades realmente occidentales?

-     ¿Puede existir una filosofía latinoamericana? ¿No es la filosofía, en puridad, una aspiración universal, una estrategia cognoscitiva que, aunque llegue a resultados distintos en diferentes épocas y lugares, tiene que ser considerada disciplinarmente por encima de los regionalismos? ¿Puede la física ser una para los africanos y otra para los asiáticos? ¿Puede haber una metafísica, una ontología, una dialéctica para los africanos y otras para los asiáticos? ¿No estaremos confundiendo filosofía con sociología y/o ciencia política?

-       ¿Se pueden poner en paralelo al chamán y al físico cuántico? (pág…) Perdona, te avanzo parte de mi respuesta. El chamán, si es relativista, lo es por ausencia de un elaborado pensamiento abstracto. El físico cuántico es (o debía ser) relativista, porque, abstrayéndose al máximo en una búsqueda de la verdad que tiene sus raíces en los métodos aristotélico y cartesiano, regresa a Protágoras. El físico cuántico hace un largo viaje no exento de mareos. El chamán, ni se embarca ni se marea.

-      ¿Cómo enseñar historia latinoamericana sin que medie la historia europea? ¿Es que hay que cerrar las cátedras de historia y suplantarlas por cátedras de prehistoria? Cuidado con Martí y compañía, que eran muy eurocéntricos ellos, sólo que jóvenes e inexpertos, con un temperamento visceral y destemplado, no exento de lógicos complejos, y sobrado de virilidad quijotesca, muy romántico. Cuidado.

-      ¿Existe alguna pre-modernidad, a-modernidad o anti-modernidad que pueda considerarse libre de todas esas lacras que atribuyes en exclusiva a la modernidad eurocéntrica en la página (…): patriarcado (o matriarcado, que es más o menos lo mismo), esclavos, masacres, conquistas coloniales, guerras, etc? ¿Eran modernos los incas, los aztecas y los mayas, que practicaban todas y cada una de estas estrategias imperiales? Pero… ¿son ajenos a ellas los grupos tribales en los que aún impera el chamanismo?

-       Y la última pregunta hasta ahora, amigo, ¿cómo seguir siendo marxista en el siglo XXI si se nació en el siglo XX, se tiene más de treinta años, y se han leído algunos buenos libros? En el fondo de tu discurso se aprecia un trasvase de marxismo hacia los flancos de una lucha otra que sigue siendo, lo queramos o no, de clases, que sigue ocurriendo en la historia. Yo, que también soy marxista en algún sentido, justo en ése que no concibe aún una realidad post-histórica, te veo luchar contra el marxista que llevas dentro, pero con mucho cariño todavía hacia él. Te comprendo perfectamente, pero no creo que vayas a encontrar a un Marx redimido y potable en los brazos de un chamán.

Sigo leyendo... Te abrazo.



III

Amigo, acabo de cerrar tu libro. Ya lo terminé. Insisto: magnífico trabajo. El libro fue creciendo ante mis ojos según avanzaba tu discurso. La segunda parte mejor que la primera. Estupenda crítica al estado actual del planeta en ese complejo cuadro cubista de planos escorzados, pero esenciales, que constituyen lo económico, lo social y lo ecológico.

Tu relato, para mi satisfacción, se fue encaminando poco a poco hacia la imagen. Qué lucha tan tremenda contra la lógica formal. Ay, la sombra de Aristóteles, cuán alargada persevera... Pero sí, sólo la imagen puede con ella, porque hasta la lógica, hasta los conceptos, si los miras bien, son imágenes. La imagen más lograda de la lógica tal vez sea esa esfera que gira en la Eternidad movida por la Inteligencia. Pero… me parece recordar que alguien dijo que el arte es el sexo de la imaginación; pues digo yo: la imaginación es el sexo de la inteligencia, la que nos puede liberar de ella, de su perfecta esfera rodante que opera en la “pluscuamperfecta” eternidad que nos excluye.

En la medida en que tu chamán se iba haciendo poeta, yo me iba haciendo chamán. Pero ay, amigo, pecador, tu chamán es para ti, más que poeta, poema. Lo gobernabas desde tu inevitable eurocentrismo. Él, sin saber de ti, iba obedeciéndote en la medida en que lo ibas versificando. Buen poema ese chamán, buen poema… Pero creo que podrías escribir un todavía mejor poema-chamán, si buscaras en tu propio zurrón espiritual. En la página (…) casi lo replanteas, sin pretenderlo apenas, cuando rozas nuestro "chamanismo" original: la mitología griega, a la que se pudieran añadir, por qué no, la celta y la nórdica, antes, creo yo, que la asiática (oceánica o suramericana). Pero huiste rápidamente de ahí, ¿porque te podríamos acusar de eurocentrista? Río… Lo haré de todas maneras. Río de nuevo…

Hay dos cosas que no me quedaron claras del todo en tu discurso:

  1. ¿Qué alternativa concreta propones al estado-nación?
  2. ¿Qué pasa con la religión… y con Dios?
No digo que no se infiera tu posición al respecto, pero al menos a mí, en esta primera lectura, no me pareció del todo dicha.

Porque, claro, sé que no propones una reestructuración tribal de la sociedad. Pero para contestar el estado-nación, al margen de intentonas comunitarias muy pueriles, hay, sobre todo, dos caminos: el liberalismo y el anarquismo, astillas del mismo palo; y ambas son El Coco para un pensador como tú… y como yo. Todos los discursos utópicos: Platón, More, Bacon, Burton, etc, terminaron por perfilar el escenario socio-político que consideraban viable en su utopía. A grandes rasgos, ¿cuál podría ser el esperado después de una operación como la que propones, que lleva implícita una importante carga utópica?

Por otro lado, ¿crees realmente que tu chamán no es religioso? Ponga el chamán la divinidad donde la ponga: en la tierra, en el árbol, en sí mismo; en fin, en todo lo que conoce o desconoce, ¿no está (re)ligado a ella? ¿No sigue determinada liturgia, aunque no sea canónica, para relacionarse con ella?¿No es la magia una suerte de religión que vincula al implorante con el (lo) implorado? Porque, incluso en una vocación inmanente, donde la divinidad se coloca en el propio individuo que la reconoce, creo yo que hay religión… Pero, en última instancia, ¿qué podemos hacer para llevar al hombre occidental hacia una religión inmanente sin un Dios trascendente, tan manoseado y arraigado como el que tenemos? ¿Cómo podemos borrar el poema-dios para encumbrar al poema-chamán? ¿Debemos intentarlo?

En fin, amigo, tu ensayo, sobre todo en su segunda parte, me interesó mucho. Es uno de esos textos que te hacen pensar y te inquietan felizmente.

Pero te doy una mala noticia: creo que es un ensayo bastante eurocéntrico, precisamente por pretender ser lo contrario, porque no puede eludir ese “juego dialéctico”. Y no lo digo porque recurras constantemente a las bases mismas del eurocentrismo para explicar cosas que, o se explican con conceptos “eurocéntricos” paridos por la especulación metafísica clásica y por la lógica formal, o con recursos mitológicos (por ahí andan Sísifo, Ícaro, Ulises, Poseidón, en fin, grandes amigos nuestros) sino, y sobre todo, porque tu discurso jamás podría articularlo (ni leerlo o comprenderlo) tu chamán. Tu discurso (cómo nos traiciona el logos) es un discurso que sólo se podría emitir y recibir, desde y en, el eurocentrismo que combates.

También te doy una buena noticia: sobre todo en la segunda parte del trabajo, perfilas una imagen poderosa. Tu poema-chamán me convence, y hasta me conmueve. No han de preocuparte Aristóteles y Descartes, esos infantes inmaduros que nunca comprendieron del todo el fuego en que ardemos. Quizás no entendieron (ay, oscuridad, mi luz, dijo el poeta) que siempre nos interesó más la imagen que el logos, porque tal vez nos enseñó (y divirtió) más el juego órfico-pitagórico que el silogismo frío.

Dijo Carlo Sini, aludiendo a Nietzsche: el secreto profundo de la ciencia, […]  consiste en tender incesantemente a sus propios límites; pero cuando los ha alcanzado, cuando llega a la frontera donde lo racional agota su propio empuje y se niega a sí mismo, encuentra allí el arte y el pensamiento mítico, es decir, aquello de donde salió y que lo sostiene todavía, oscuramente…

Insisto: magnifico trabajo. ¡Enhorabuena! Desde la poesía, te abrazo.  


2 de octubre, 2011



4 comentarios:

  1. Preguntas y más preguntas. Dudas y más dudas. ¡Tú si que estimulas al pensamiento!

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  2. Bueno, amigo, no sé evitarlo del todo... Gracias por leer y comentar. Mi abrazo de siempre

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  3. Hermosísismo y enjundioso. Esto puede crecer hasta romper la maceta.

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  4. Gracias, amigo, por hacerte presente (también) aquí. Abrazos

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